jueves, 28 de agosto de 2014

Hija...

Hija...
Quisiera poder expresarte toda la felicidad que has traído a mi vida con tu llegada, pero ahora entiendo que no hay palabras para describir el amor que siente una madre, hasta que te toca vivirlo y sentirlo.
No me canso de agradecer a Dios, por haber tomado un poco del amor que nos tenemos tu papi y yo, y de ahí te halla formado, exactamente como te habíamos soñado.
Desde el momento que supe que te formabas en mi vientre, te has convertido en lo más importante en mi vida, ahora le ruego a Dios vida y salud, ya no para lograr mis propios sueños, si no para lograr verte convertida en una mujer realizada y con tus sueños cumplidos… hasta ese entonces habré concretado también los míos.
No me importa detener un momento mi vida, a cambio de dedicarme por completo, a enseñarte a dar los primeros pasos de lo que hora es tu vida; enseñarte a pronunciar tus primeras palabras; enseñarte a juntar tus manitas, y enseñarte a orar… No importa cuan independiente siempre he sido, ni el tiempo que yo haya invertido en mi vida, en mi carrera…
Te lo entrego todo a ti, y me doy por bien servida sólo con verte despertar cada mañana, con esa sonrisa llena de ternura e inocencia, eso para mí es la bendición más grande que pueda existir. Hija, ¡te amo tanto!…
Gracias por venir y cambiar mi vida, gracias por ser el motor que me impulsa a levantarme cada mañana, gracias por ser tú mi motivación en los momentos difíciles y nuevamente Muchas Gracias a ti mi Dios, por haberme llenado de bendiciones.
No tengo Duda… Si algo bueno he hecho en esta vida, ya tuve mi mejor recompensa… El haber sido yo la elegida para haberte dado la vida.

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Corazoncitos.

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